Mi
nombre no es importante, lo importante es la función que cumplo. Soy un
Guardián Exterior, encargado de ver señales en ciertos espejos, que hay en una
mansión antigua. Que es visitada por quienes
vienen una vez al año, para cumplir una tradición, la de contar historias de
terror, en la oscuridad, prendiendo una vela por cada relato.
Esta
vez fui invitado a intervenir. Acepté y comencé a contar.
Empezó
hace años, con una adolescente solitaria, pálida, que prefería vestirse con
colores oscuros, pero no de negro. Solía vestirse de verde y gris. A medida que
crecía, fue haciéndose más melancólica. Porque eran menos quienes se atrevían a
hablar con ella. Surgieron rumores extraños sobre ella, sobre su extraño
origen. Un día, quienes creía que eran sus padres, se lo revelaron.
Habían
escuchado sobre historias de hadas y algunas de sus cuestionables costumbres. A
veces, tienen hijos débiles y pálidos, melancólicos. Y los dejan en lugar de
hijos mortales saludables, que se llevan con ellas.
La leyenda
fue desestimada. Hasta que encontraron a una criatura pálida en lugar de su
verdadera hija. La leyenda decía que debían maltratarla, para revertir el
cambio. Pero no se atrevieron. Y la criaron como propia.
Ella
sintió pánico cuando comprendió ciertos hechos, el de haberse encontrado en
lugares donde sucedieron muertes violentas. La coincidencia de haber llegado
siempre antes de que sucedieran no eran coincidencias.
Era su destino, la razón
porque su madre fata la había dejado entre mortales.
Ese
día se fue a una mansión abandonada, en los límites de la ciudad, donde
permanece esperando que vengan a buscarla. Sólo sale, para anunciar la muerte,
con su gemido triste y aterrador. Porque ella es una banshee, una anunciadora
del fin.