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viernes, 22 de agosto de 2025

Este jueves, un relato: Olores, aromas

 

Los monstruos y los fantasmas son reales. Viven dentro de nosotros. Y, a veces, ganan. Rosana y Patricia nos invitan escribir sobre olores, aromas,  sabores, que evocan. Para escribir un relato o poema sobre eso.

 


La receta de la bruja

Gabrielle Ganimard  y yo, Héctor Lestrade, habíamos llegado a Neuquén, donde investigamos el caso de El Cuero. La agencia Nausicaa nos recompensó con la estadía en un hotel, en que nuestras identificaciones de nos garantizaban privilegios.

-¿Ustedes son investigadores paranormales? –dijo el recepcionista- Vinieron en un momento oportuno.

Tendríamos que suspender el descanso.

A través de mí, Gabrielle fue informándose sobre turistas que fueron siendo despertados a horas inoportunas. Algunos tenían pesadillas. Otros necesitaron atención médica, por sustos.

-Y algunos estudiosos se han quejado –agregó el recepcionista- Perdieron documentos de estudio, muestras arqueológicas.

Gabrielle reaccionó con un despliegue del lenguaje de señas argentino, con expresiones elocuentes.

-Es un imbécil y bastardo duende –traduje, rebajando, omitiendo insultos-  Nos hacemos cargo del caso.

 

Estuvimos rastreando al duende. Hasta que Gabrielle decidió acampar.

-No es necesario que lo sigamos. Ya se fue.

-Pero volverá. Y será peligroso.

-¿Por qué no hacemos lo mismo, Gabrielle? Ahora cuando  podríamos estar disfrutando de la gastronomía local, como cordero patagónico o humita en chala.

Y entonces tuve una idea reveladora.

-Gabrielle, los Lestrade heredamos secretos ancestrales de Vanessa Binoche, poetisa y bruja. Podría usar uno de esos secretos.

-¿Un hechizo contra duendes? –preguntó Gabrielle.

-Algo parecido a la alquimia. ¿Trajiste una olla?

 

Armé una construcción para sostener a una olla negra, herví agua. Y fue agregando  zanahorias, cebollas, champiñones silvestres, hongos de pino.

-Nuestra antepasada escribió también un libro de recetas. Soy el único de los actuales Lestrade que sabe aprovecharlo.

Gabrielle olfateó el aroma de la sopa. Y sonrió.

-Está a punto –dije, probando una cucharada- Así que tendremos un visitante.

 

Era un duende patagónico, vestido de hojas y jirones de ropa, con una risa siniestra.

-Adelante, duende –le dije- Te invitamos a comer.

No pudo acercarse. Gabrielle había puesto una barrera mágica.

-Vamos a hacer un trato, duende. Te dejamos disfrutar de esta sopa. Pero a cambio, nada de travesuras.

 

El hotel cumpliría con una cuota. Preparar unos platos especiales, para dejar en lugares recorridos por el duende. A cambio, los turistas dormirían tranquilos.

Gabrielle me felicitó, había solucionado un caso paranormal, en una forma atípica. Y siguió diciendo:

-Y fuero útiles tus conocimientos de cocina de campamento. Seguiremos viajando así.

 

Más olores, aromas,  sabores en Artesanos de la Palabra

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2 comentarios:

  1. Hola Demiurgo, me gustó mucho tu historia, donde transcurre y realmente ese duende es un pesado justo que ellos querían disfrutar de un descanso y de ricos aromas y sabores patagónicos, me encanta que transcurra en Neuquén.
    Disfruté mucho de leerla.
    Muchas gracias por participar de nuestra propuesta.
    Un abrazo.
    PATRICIA F.

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    1. Hola, Patricia.
      Me gusta como lo definiste al duende.
      Muy inoportuno, interrumpiiendo un merecido descanso.
      Que bien que te guste la ambientación y hayas disfrutado de leer este relato.
      Fue un gusto sumarme.
      Un abrazo.

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