Este jueves, un relato: ausencia

 

Magade nos presenta este reto, en que nos invita a escribir sobre la ausencia, como un vacío que se siente, la sensación de algo que se ha ido, que ya no está. O como algo positivo, que nos lleva a valorar lo que tenemos.

 

A continuación, un relato con dos personajes del Mara Verso, que están teniendo aceptación.

  La heredera

El espíritu de aventura estaba lejos de mí, eligiendo leer las hazañas de mis antepasados. Lo que me llevó a ser genealogista.

Es una actividad respetada entre quienes somos descendientes del ilustre Sisifo de Averoigne, al mantener nexos con el pasado. Por eso, mi primo Ulises Lestrade, detective paranormal, me llamó para intervenir en un caso de sucesión.

-Héctor, ¿qué sabés de Gabriel Ganimard?

- Pertenece a otra rama genealógica, distanciada de la nuestra. Un cinéfilo, en más de un sentido. Y hay conflictos de sucesión.

-Podría tener una heredera más directa. Su nombre es Gabrielle. Y tiene rasgos de nuestra familia.

 

Gabrielle tenía estudios en la universidad de Miskatonic.  Era poliglota, aunque con privación del habla. Y su padre, emparentado con el cinéfilo, se había negado a reconocerla como hija.

Encontré documentos que favorecían su reclamo.

 

Fui citado en la mansión de Ganimard, por una amante del cinéfilo, elegante, con un andar felino. Quien me dijo que Gabrielle me esperaba en el museo del cine.

Era una habitación, con afiches de cine, fotos autografiadas de Reinas del Grito, de alguna femme fatale. De ropas que esas actrices habían usado.

-Una colección de ausencias- pensé en voz alta.

Y entonces, sentí la mano de una mujer en un hombro.

 

Era Gabrielle Ganimard una mujer aventurera, con aire soñador, que se comunicaba en lenguaje de señas. Algo en lo que tenía destreza.

-Bien, esta es parte de tu herencia. Como algunos derechos de autor, de historias y escrita. Y también hay una herencia más trascendencia.

 

Gabrielle se interesó por la historia de Sisifo de Averoigne. Y las strigis, sus amantes no humanas, que vengaron su muerte. Como los hijos de Sisifo pactaron con ella, recibiendo conocimientos.

Ese fue el principio. Ella quiso conocer más sobre esos secretos, que no se enseñaban en ciertas universidades misteriosas. Como las invocaciones silentes.

Eso fue acentuando en ella, el espíritu de aventura. Tuve que ayudarla a entrenar sus habilidades físicas.

Un par años después, ella estaba preparada para investigar casos paranormales. Y yo, Héctor Lestrade, me había convertido en su asistente, su intérprete de lenguaje de señas.

-¿No te gustaría algo más tranquilo?

-Si continuamos el legado de nuestro antepasados, es como mantenerlos vivos –me contestó ella- Y la aventura, la investigación son nuestro legado.

Un argumento irrefutable.

Más ausencias en La Trastienda del Pecado