Este jueves, un relato: CRUZANDO EL PUENTE

Desde su blog,  MOLÍ DEL CANYER nos propone el siguiente tema:

“Bueno hoy estoy divagando entre pensamientos difusos. Puede que sea porque se acaba este 2023 en un plis plas, o por este extraño otoño en el que no sabemos dónde se ha escondido la lluvia y el frío, o por este puente festivo tan largo y los puentes venideros que se aglutinan en un solo més. Y pensando en puentes me he perdido entre puentes románicos, puentes de madera, puentes colgantes, puentes de hierros, puentes imposibles, puentes cortos, puentes interminables... Ya os podéis imaginar que mi propuesta va por ahí. Os pido que en 350 palabras más o menos escribáis un relato, cuento, poema... en el que un puente sea protagonista, así que aquí lo tenéis:

CRUZANDO EL PUENTE”

Exilio en Asgard

 Perssonificadoras del destino, las Moiras eran bellas, implacables y sombrías. Hubo quienes las desafiaron, seres inmortales que fueron llamados dioses. Pero esa época estaba terminando, con la muerte del Emperador Juliano II, el último que les había rendido culto.

Tres mujeres llegaron a ese monte mítico, al palacio de los dioses. . Una madura, con un velo en la cara. Otra joven. Y la tercera, la joven de las tres. Los Olímpicos reconocieron a las Moiras.

Ellas hablaron por turno.

-Ya no tiene adoradores.

- El reinado ha terminado.

- Deberán vagar por el mundo.

Lleno de ira, Zeus, el Príncipe de los dioses, lanzó un rayo que destruyó el Olimpo.Hubo ira entre los más belicosos. Una diosa alzó su lanza.

 

Siglos después, una mujer vestida con un manto, con el rostro cubierto por una capucha, cruzaba un puente de madera. Se apoyaba en un báculo, como si estuviera cansada. Pero no se detuvo hasta  llegar a un lugar invernal, donde aún no había llegado el culto que descreía de los Olímpicos.

Y entonces, encontró a gigantes, distintos a los que conocía. Uno sujetaba a una mujer de cabello dorado. Y a un guerrero que lanzaba armado un martillo que volvía a su mano. Con cada golpe de martillo, caía un gigante.

La mujer reconoció a una pareja de dioses de otro panteón. Decidió intervenir. Transformó su báculo en una lanza brillante, su manto en una armadura y su capucha en un casco guerrero. Era la diosa Atenea, quien se unió a la lucha.

Con el ataque combinado, los gigantes cayeron. Y se esfumaron.

La pareja se presentaron como Thor, Dios del Trueno y su amada Sif. Atenea les dijo quién era, Diosa del Pensamiento y la Guerra estratégica. Les habló del destierro  de los Olímpicos, y la persecución incesante de las Moiras.

-Ustedes las conocen como las Nornas. Pronto les harán lo que hicieron con mi  gente.

En ese momento, búho voló hacia ella y se asentó en su hombro derecho.

-Pero tengo algo que puede ayudarles.

Siguiendo a Thor y  Sif, Atenea llegó hacia un puente de apariencia resplandeciente, multicolor.

Atenea reconoció a Bifrost, un puente de altura inconmensurable. 

Ella fue presentada ante la corte de Asgard. Thor habló por ella ante el líder, un dios tuerto, el legendario Odín.

Un dios delgado, malicioso, aconsejó no confiar tan rápidamente en una desconocida, aunque también fuera una diosa.

Atenea descubrió algo que había protegido por siglos, ocultado de sus enemigos.

-Ambrosía y néctar –dijo Atenea- Es lo que nos hizo inmortales.

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