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viernes, 18 de octubre de 2024

INICIATIVA: "UNA HISTORIA PARA MI FANTASMA": Perdidos en el tiempo

 

Bienvenidos/as a una nueva Iniciativa en Plegarias en la Noche! llamada "UNA HISTORIA PARA MI FANTASMA” porque este mes de octubre tu fantasma va a necesitar que lo entretengas.

Con el espíritu de Halloween 🎃 en el aire, nos sumergiremos en un mundo de terror y misterio cada viernes. Donde les estaremos contando una historia diferente llena de terror que nos harán temblar de miedo y nuestro fantasma estará feliz.

 Los paso para sumarse es muy simple 😉 al igual que las Iniciativas de los años anteriores. Todos los viernes de octubre a las 22 hs de su país, cada Blog nos contarán cuentos, relatos, poemas y hasta leyendas exclusivamente de fantasmas. El formato lo eligen ustedes escrito o con un vídeo leyéndolo,  puede ser de su autoría o de algún autor/a que les guste (no se olviden de mencionar de quien pertenece), llevando por supuesto el Banner de la iniciativa y mencionando a Plegarias en la Noche, para que más bloggers quieran participar y llenemos este hermoso espacio en un lugar terrorífico 👻

https://plegariasenlanoche.blogspot.com/2024/10/iniciativa-una-historia-para-mi.html





Perdidos en el tiempo

Había una vez un crucero de lujo, que navegaba con glamour, brindando a sus pasajeros, confort. Y sofisticados espectáculos de cantantes, con estilo de femme fatale. Pero esa gloria había quedado en el pasado.

El crucero quedó anclado en un lugar del mundo, convertido en un hotel para convenciones. Parecía una buena idea pero ciertos rumores hicieron que el barco hotel fuera cambiando

-…Y Nausicaa invirtió en ese barco, que seguro tiene apariciones sobrenaturales –se anticipó mi ayudante Sofía, mientras conversábamos en nuestra oficina.

-Es cierto. Nos asignaron este caso porque nadie más lo aceptó. Incluso mi primo Hugo lo rechazó. Y yo no estoy muy seguro de querer aceptarlo.

-¿También tu primo se dedica a la investigación paranormal? –preguntó Sofía.

-Es algo que está en nuestra familia.

-¿Por qué no lo visitamos, Ulises?

 

. Hice las presentaciones con mi primo lejano, quien quedó impresionado con Sofía. Hugo Lestrade, Guardián Exterior de la Sociedad de los Espejos, una sociedad secreta a Nausicaa. Vigilante de una antigua y lujosa mansión.

-¿Por qué rechazaste ese caso? –le preguntó ella.

-Es una buena pregunta –contestó Hugo- Oficialmente, no es mi especialidad. No hay Seres de los Espejos queriendo invadir el mundo.

Pero la verdad es que hay raro, las misteriosas desapariciones de pasajeros, cuando el crucero navegaba. Y cuando fue convertido en hotel.

-¿Algún patrón en esos pasajeros? –pregunté.

-- Solitarios, sin familia, sin amigos…Es algo que estuve investigando.

-Como si los hubieran borrado de la existencia –acotó Sofía.

-Te felicitó Ulises –comentó Hugo- Tu ayudante es muy lista.

-¿Algún consejo, primo lejano?

-Les conviene tener gente que los recuerde. Nosotros contamos con nuestra familia, primo. Pero me preocupa ella.

-¡Hey! Que estoy acá –dijo Sofía, muy molesta- Y hay gente que me recuerda muy bien.

Y fue así que Sofía me exigió que investigaramos.

 

Y así llegamos hasta el barco, donde nos presentamos ante el jefe de la Brigada de Respaldo Paranormal que se estaba haciendo cargo del caso, a falta de detectives.

- Ulises Lestrade. El detective enviado por Nausicaa. Y ella es Sofía Electra, mi ayudante. Tenemos una pregunta para hacer. ¿Ha habido alguna muerte violenta en este barco?

- Un oficial muerto en un accidente en la sala de máquinas, por un paro al corazón. Y varios pasajeros que desaparecieron misteriosamente- dijo mi interlocutor mientras mi ayudante miraba extrañada su reloj.

-Sabíamos algo de eso. Necesito los antecedentes de los pasajeros y las mediciones de instrumentos.

-Pueden hablar con Romero, es nuestro experto en tecnología. Y tiene esos datos.

Fue lo que hicimos. Resultó un tanto aburrido para contar, pero nos dio datos útiles.

 

-¿Qué está pasando acá? - Preguntó mi ayudante, cuando nos quedamos solos, en el salón de fiestas- Mi reloj se volvió loco.

-Magnetismo, alguna anomalía temporal. Una posible versión paranormal de la relatividad del tiempo.

- ¿Qué es lo que sigue?

-Estudiar el mapa. Y luego, reunir a los fantasmas

 

Una hora después…

En los presentes, estaba el Oficial de Máquinas, muy joven, seguro de si mismo. Y había pasajeros con ropas de diversas décadas. Personajes rústicos, mujeres elegantes, alguna adinerada elitista. Y Su condición fantasmal se notaba sólo por ser traslucidos.

- Lamento las molestias, como confrontarlos con su condición. Pero tenemos la revelación de quien es culpable de la especial situación en que están.

Hubo murmullos en la especial reunión, por primera vez se miraron entre si.

- Y es usted- Sofía, señalando al oficial de máquinas-

- Yo no sé de estas locuras –dijo, riéndose con mucha seguridad- Sólo sé de máquinas.

- Lo suficiente para conectar un artilugio temporal en la sala de máquinas –contestó Sofía.

- Artilugio que está siendo desconectado en este momento –agregué yo.

-¡No me detendrán, maldi…!

Hubo un intenso zumbido. Y entonces, el paso del tiempo cayó sobre él. Fue madurando, envejeciendo en extremo, hasta quedar una cáscara reseca, que se desintegró.

A continuación, algunos pasajeros se esfumaron y otros se materializaron.

Habría mucho que hacer, pero no sería yo quien lo hiciera. Me empezaba a sentir incómodo en el barco.

 

La conversación siguió en la sede de la Brigada.

- Hay algo que no entiendo ¿Quién inventó el artefacto temporal?- dijo el jefe- El Oficial de Máquinas no tenía esos conocimientos.

-Seguramente que no –coincidí- Probablemente fue un pasajero no registrado,  con ciertos conocimientos especiales sobre el tiempo espacio.

Y fue entonces cuando irrumpió mi primo Hugo Lestrade.

-¡No fue un pasajero! Sino una de las cantantes contratadas –dijo entusiastamente Hugo- Su nombre artístico es Francesca. No investigaron su pasado, les bastó con su voz y su belleza.

-Bien. Nos han dado mucho para analizar –dijo el jefe, un tanto sobrepasado por tanto Lestrade haciendo revelaciones – ¿Tienen alguna sugerencia?

-Encárguense de los pasajeros que se quedaron en nuestro presente –respondió Sofía- Les costará adaptarse a estar vivos.

Luego, Sofía y yo hablamos con Hugo. Estábamos convencidos de que la tal Francesca volvería a aparecer. Estaba claro de que tenía conocimientos para usar el tiempo a su favor.

Y yo estaba seguro de que recibiría una suspensión de Nausicaa, por alguna irregularidad en la investigación. Pero sería algo temporal.

Este jueves, un relato: ¡El Lobo Feroz!

 

Nuria de Espinosa nos presenta el siguiente reto:

 

Convocatoria juevera, cada jueves un relato, 17 de octubre: 

           ¡El Lobo Feroz!

 

La leyenda del lobo feroz ha sido contada a lo largo de generaciones: un ser astuto, temido y lleno de misterio. Pero ¿es el lobo realmente el villano que todos creen? ¿O detrás de sus afilados colmillos hay una historia que aún no ha sido contada? Te invito a reimaginar este icónico personaje. Queremos conocer tu versión del lobo feroz: puede ser un depredador, una víctima, un héroe inesperado o incluso algo más allá de la imaginación. Todo vale, siempre que el lobo se mantenga en el centro de tu historia.

Extensión máxima 350 palabras, si es posible y no afecta al relato para hacer más amena la lectura de los participantes.

Esta es tu oportunidad de darle una nueva vida al lobo feroz. Atrévete a desafiar los cuentos y a mostrar la cara oculta del lobo. ¿Estás listo para contar su historia?

¡Espero tus aullidos literarios!

 

 


En piel de lobo

En una noche tenebrosa, una pálida y sombría adolescente levita, sosteniendo un abrigo, con una capucha.

--Soy Letanía, una anunciadora de muerte. Y también una narradora de cuentos inquietantes.

Les contaré una historia que empieza un viernes…

 

 Lobo tendió una piel de lobo en la tierra. Pronunció unos conjuros que sólo funcionan con séptimos hijos varones. Y luego se arrojó sobre la piel, sobre la cual dio varias vueltas

Se transformó en  un lobo repulsivo, sin cola, pelo largo sucio. Con salvaje voracidad, fue en busca de inmundicia, presas fáciles, tal vez algún cadáver.

 

 

Ella era una adolescente, vestida con un abrigo con caperuza, color rojo, que se chocó con Lobo.

-¡Caramba! ¿Qué hace una chica tan sola y tan distraída en este bosque? Están los Especulares, podrían llevarte.

Miró al ser, que andaba encorvado, casi en cuatro patas. Y le contestó:

-¿Te conozco?

-Creo que no. Me llamó Lobo.

- Yo soy Ingrid Rojas. Tengo que llevarle comida a mi abuela. Está tan sola en esa cabaña. Y tengo miedo por ella.

-

-¿Por qué la dejaron sola?

-Se está escondiendo. La acusaron de ser bruja y de colaborar con los Especulares.

Lobo se ofreció a proteger a la abuela de Ingrid, hasta que ella llegara. Era un lobizón, sólo devoraba cadáveres. Ella le explicó el camino.

 

Lobo irrumpió con facilidad en la cabaña. Y se sorprendió al ver una mujer más joven de lo que esperaba.

-Supongo que vas a comerme, lobizón.

-Ahora no estoy convencido pero sos una bruja, estás maldita. Y sólo puedo comer a los malditos.

-Dame una oportunidad –dijo la mujer, seductoramente.

Lobo la abrazó, la besó en la boca. La saborearía antes del final. Ella lo abrazó, pasó una mano por la espalda. Y entonces le clavó un pedazo de vidrio, en el cuello.

-Vidrio de plata –dijo ella

Lobo cayó muerto. Y recuperó su forma humana, quedando envuelto con piel de lobo.

 

-Muy bien, Lydia. Conseguiste la piel –Ingrid Rojas, que llegaba a la cabaña- Ya estaba cansada de esta capucha.

--Y de personificar a tu abuela joven –contestó Lydia, transformándose en una mujer más joven, de ojos grandes.

 

Ingrid se quitó el abrigo y tomó la piel de lobo, en la que se envolvió.

- Ahora que tengo la piel de un lobizón, seré Saga Sigrid. El ama de las pesadillas.

 

Letanía concluyó:

-Y fue así como surgió Saga Sigrid, la bruja de las pesadillas. Con la ayuda  de Lydia Corman, la intrigante cambia formas.

 

Más lobos feroces en Bitácora literaria

 

viernes, 11 de octubre de 2024

CONCURSO DE RELATOS XLIII ED. EL CAMINO DE MIGUEL DELIBES e INICIATIVA: "UNA HISTORIA PARA MI FANTASMA"

 

Presento el mismo relato para dos convocatorias. La primera es de El Tintero de Oro.

 

Tema: Un relato ambientado en el mundo rural o donde la Naturaleza desempeñe un papel fundamental.

Extensión: Máximo 900 palabras.

Plazo: Del 1 al 15 de octubre de 2024.

Participación: Abierta a todo el mundo. Eso sí, deberéis contar con un blog donde publicarlo y añadir el enlace en los comentarios de esta entrada.

Votación: Los autores participantes deberán votar siete relatos otorgando siete puntos al que más os guste; seis, al segundo; y así sucesivamente. Se enviarán por correo electrónico a eltinterodeoro@hotmail.com del 16 al 25 de octubre No enviar los votos supondrá la descalificación del relato.

Premios: El 30 de octubre se celebrará la Gala de Premios anunciando los ganadores. Los tres primeros relatos recibirán un diploma digital acreditativo del mismo.

Importante: No utilizar inteligencia artificial o cualquier otra herramienta de ese tipo para la creación del relato. En el caso de detectarse, el escrito será eliminado.

 


La segunda es de Plegarias en la Noche

Bienvenidos/as a una nueva Iniciativa en Plegarias en la Noche! llamada "UNA HISTORIA PARA MI FANTASMA” porque este mes de octubre tu fantasma va a necesitar que lo entretengas.

Con el espíritu de Halloween 🎃 en el aire, nos sumergiremos en un mundo de terror y misterio cada viernes. Donde les estaremos contando una historia diferente llena de terror que nos harán temblar de miedo y nuestro fantasma estará feliz.

 Los paso para sumarse es muy simple 😉 al igual que las Iniciativas de los años anteriores. Todos los viernes de octubre a las 22 hs de su país, cada Blog nos contaran cuentos, relatos, poemas y hasta leyendas exclusivamente de fantasmas. El formato lo eligen ustedes escrito o con un vídeo leyéndolo,  puede ser de su autoría o de algún autor/a que les guste (no se olviden de mencionar de quien pertenece), llevando por supuesto el Banner de la iniciativa y mencionando a Plegarias en la Noche, para que más bloggers quieran participar y llenemos este hermoso espacio en un lugar terrorífico 👻

 

¿Y qué tal un cuento de fantasmas en un ámbito rural?

 

 


El espectro de la estancia El Mojón

 

Soy Ulises Lestrade, detective de Asuntos Paranormales, de Nausicaa, una agencia internacional de investigación que encubre sus actividades como turismo.

Seguía relegado al área de Revisión de Misterios, pero eso era compensado, compartiendo la oficina con mi ayudante, la bella Sofía ElectraValentino. Pero eso podría terminar.

-¡No es justo! Me asignaron a Ceremonial y Protocolo –dijo ella,  llegando muy molesta- No me uní a la agencia para esto. Y por eso voy renunciar…

-Un momento, Sofía. Voy a pedir que te regresen a esta oficina.

-¿Harías eso por mí?

-Por supuesto que sí. Te necesito conmigo.

 

La extrañé, cuando hice solo el reconocimiento en la Estancia El Mojón. Un lugar conocido por cierta leyenda.

Un peón de campo descubrió a su esposa con otro. Aprovechó que estaban dormidos, para asesinarlos y enterrarlos en un lugar oculto. Años después, confesó su crimen en un fogón, en el que se tomaba mate. Y los presentes aprobaron lo que había hecho.

Mi misión era comprobar la verdad de ciertos rumores, sobre fenómenos paranormales, que complicaban el uso turístico planeado por Nausicaa.

Mi disgusto aumentó al encontrarme con Walter Craven, con quien nos habíamos rivalizado en algún caso. Es el estereotipo de policía duro, que llega a las conclusiones equivocadas.

-Ya solucionamos el caso, Lestrade. Encontramos los cuerpos de la pareja asesinada. Le daremos entierro.

-Podría ser la solución, en otros casos. Pero no será este caso.

-¿Por qué no? Es obvio que los amantes están ofendidos por la forma en que murieron. Esto terminará con las ceremonias de desagravio.

-Espero que sí. O cierta inversión turística habrá sido un gran error.

 

Y efectivamente, sucedió lo que yo sospechaba.

 Una pareja llegó a una habitación, parte de la remodelación. Un hombre maduro, común. Y una mujer más joven, atractiva, aunque menos que Sofía.

Encontraron confortable a la habitación. Ella desplegó su lado seductor, fue desnudándose sensualmente. Y sucedió lo que tenía que suceder. Intensa intimidad. Y unas horas después, dormían muy pegados.

Para despertar abruptamente, con la sensación de frío. Y vieron a un espectro rural, con una tonalidad azul, un hombre mayor, de aspecto desagradable. Que alguien despectivo habría descripto como un gaucho rotoso. Y con un facón, también espectral.

El hombre protegió a su joven y atractiva pareja,  cubriéndola con su cuerpo. Su heroísmo se terminó al sentir una herida. Gritó pero nada más pasó. Estaban solos.

No deseé que sucediera. Como detective, interrogué a la pareja. Debo decir que estaban aterrados, me costó calmarlos, convencerlos que fueran discretos.

 

Pero eso me fue favorable para mis propósitos.

- …Y ahora ha vuelto como un espectro, los incidentes serán más frecuentes y peligrosos- escribí en un informe previo -  Tengo un plan para enfrentarlo, un plan para el que necesitaré a mi asistente.


Para mi satisfacción, el informe previo tuvo el resultado esperado. Me reasignaron a Sofía como mi ayudante. Así que nuevamente pude disfrutar de su compañía, en la oficina.

- voy a necesitar tu experiencia en Ceremonial y Protocolo.

-¿Me necesitás, Ulises? –me preguntó sonriendo.

-Por supuesto, Sofía. Necesito que organicés un asado para unas cien personas.

-¿Y que requisito tienen que tener esas cien personas?

-No tenerle miedo a un espectro, al que voy a poner en su lugar.

 

Sofía tuvo un gran trabajo en elegir a los invitados, dispuestos a ser testigos. Ese era parte de mi plan de invocación. Derramé una botella de vino barato, una libación. Y luego desangré a la carne, con un facón.

Entonces, la temperatura bajó abruptamente. Hubo presencias espectrales, como rodeando a un fogón. Un espectro, el que la pareja amenazada había descripto, se hartó de la sangre cordero,  materializó con ojos rojos, sangrientos.

 

- Mataste a traición, gaucho traicionero.

El espectro dijo…algo muy vulgar. Y sacó su facón espectral.

Y yo acepté el desafío. La esgrima me fue muy útil, como el proteger mi otro brazo con un poncho. Lo herí una y otra vez.

-Espectro rotoso. Perdiste un duelo criollo con un francés.

Hubo una explosión de luz.

 

Unas horas después, estaba en la fiesta, hablando con Sofía.

 - Estuviste valiente- Me dijo  ella- Pero yo estoy ofendida.

- ¿Qué hice mal?

- Me ocultaste parte del plan. ¿Cómo venciste a ese maldito?

Alivio.

- Al beber la sangre, pude herirlo. Y luego herí su orgullo. No creo que regrese pronto.

Mi sociedad con mi ayudante, para investigar asuntos paranormales, continuaría por el momento.

 

Este jueves, un relato: "piezas de ajedrez"

 

Mari nos propone este tema:

Por acá estoy super contenta de ser anfitriona de esta semana! Como tema para este jueves 10 de Octubre les propongo "piezas de ajedrez", se puede nombrar el juego en sí mismo en la historia o elegir alguna de las piezas que lo componen (peón, alfil, caballo, reina, rey, torre) y escribir alguna historia que los nombre. Dejen volar la imaginación y a ver que pieza los inspira más en esta ocasión...

La duración en lo posible debe ser de 350 palabras. Espero les guste la propuesta y a medida que me vallan pasando los relatos los iré subiendo...

Besos! Mari

 


La jugada del duende

Esa noche invité a Gabrielle Ganimard a un  selecto club de ajedrez.

Gabrielle me siguió el juego hasta que vimos entrar a una atractiva morocha,  con un pañuelo al cuello.

Ella estuvo preguntando por Hugo Lestrade, el cazafantasmas.

Yo soy primo de él y ella tiene un parentesco lejano –intervine yo.

 

 Fuimos con ella a tomar a un café. Se presentó como Valeria Van Lacke. Había viajado desde su lugar de origen, para ser modelo. Y para huir de un duende enamorado.

-Primero empezó a regalarme flores. Pero luego hizo travesuras, tirando piedras a la ventana, me escondía las cosas. Me cansé y me viajé hasta acá, donde me hice aficionada al ajedrez.

-Pero te siguió –dijo Gabrielle a través de mí- Y aumentó su asedio.

Valeria se sorprendió. Gabrielle le desabrochó el pañuelo. Había la marca de un chupón en el cuello.

-Como soy socia de este club, vine a pedir ayuda a Hugo Lestrade, que sabe de estos temas.

-Nosotros también –contesté- Especialmente, Gabrielle.

 -Entonces, ustedes me ayudarán. Miren lo que me regaló.

Ella nos mostró un tablero de ajedrez, con piezas de diseño artístico.

-Es un serio problema,  te conoce muy bien –escribió Gabrielle- Necesito tu ropa. Y tu perfume.

 

Conseguimos permanecer en el club, más allá del horario del cierre. Gabrielle usaba la ropa y el perfume de Valeria.

Escuchamos ruidos en el techo. Y la característica risa de duende local.

Y pronto estaba el duende, que se disgustó por no encontrar a Valeria.

-Valeria no aceptará a quien no sea un jugador de ajedrez –dije yo- Y uno muy hábil.

El duende se sentó a la mesa, con el tablero que le había regalado a Valeria. Y señaló a Gabrielle.

Gabrielle tomó las blancas. Y empezó la partida. El duende resultó un duro rival. Lo que demostró cuando tomó a la dama blanca.

Jugadas después, Gabrielle llevó un peón hasta  el otro extremo, para recuperar a la dama. Tiempo después, Gabrielle le dijo un jaque mate.

El duende arrojó las piezas. Y se esfumó. Valeria Van Lacke estaría libre.

-¿Qué habría pasado si ganaba?

Gabrielle se señaló a si misma.

-¿Tanta confianza tenías en ganar?

Gabrielle sonrió con malicia.



Más ajedrez en Hacia el último escalón de la magia

 

sábado, 5 de octubre de 2024

INICIATIVA: "UNA HISTORIA PARA MI FANTASMA"

 

Bienvenidos/as a una nueva Iniciativa en Plegarias en la Noche! llamada "UNA HISTORIA PARA MI FANTASMA” porque este mes de octubre tu fantasma va a necesitar que lo entretengas.

Con el espíritu de Halloween 🎃 en el aire, nos sumergiremos en un mundo de terror y misterio cada viernes. Donde les estaremos contando una historia diferente llena de terror que nos harán temblar de miedo y nuestro fantasma estará feliz.

 Los paso para sumarse es muy simple 😉 al igual que las Iniciativas de los años anteriores. Todos los viernes de octubre a las 22 hs de su país, cada Blog nos contaran cuentos, relatos, poemas y hasta leyendas exclusivamente de fantasmas. El formato lo eligen ustedes escrito o con un vídeo leyéndolo,  puede ser de su autoría o de algún autor/a que les guste (no se olviden de mencionar de quien pertenece), llevando por supuesto el Banner de la iniciativa y mencionando a Plegarias en la Noche, para que más bloggers quieran participar y llenemos este hermoso espacio en un lugar terrorífico 👻

 

 


El fantasma inexperto (1902)

H. G. Wells

      La escena en que Clayton narró su última historia vuelve vívidamente a mi memoria. Estuvo sentado casi todo el tiempo en el extremo del confortable sofá que está junto a la espaciosa chimenea, y Sanderson, que se sentaba a su lado, fumaba una de esas pipas de arcilla Broseley que llevan su nombre. También estaban Evans y Wish, actor maravilloso y hombre modesto al mismo tiempo. Todos habíamos llegado al Mermaid Club aquel sábado por la mañana, excepto Clayton, que durmió allí la noche anterior, acontecimiento que propició su historia. Habíamos estado jugando al golf hasta que la bola se hizo invisible; tras la cena, nos encontrábamos en ese estado de bondad apacible en que los hombres pueden soportar una historia. Cuando Clayton empezó a contar una, supusimos naturalmente que la estaba inventando. Tal vez la inventaba de hecho, y el lector podrá juzgarlo en seguida tan bien como yo. Empezó, es verdad, como si relatara una anécdota real, pero pensamos que sólo era el artificio incorregible del hombre.
       —¡Oídme! —comentó después de haber observado largamente la lluvia de chispas que ascendía desde el tronco que Sanderson había atizado—. ¿Sabéis que he estado solo aquí esta noche?
       A excepción del servicio —dijo Wish.
       —Que duermen en el otro ala —dijo Clayton—. Bien, pues…
       Dio unas caladas a su cigarrillo durante un rato, como si todavía dudara de su confidencia. Entonces dijo en voz muy baja:
       —He atrapado un fantasma.
       —¿Que has atrapado un fantasma? ¿En serio? —dijo Sanderson—. ¿Dónde está?
       Y Evans, que admiraba a Clayton de una forma inconmensurable y que había estado cuatro semanas en América, exclamó:
       —¿En serio que has atrapado un fantasma, Clayton? ¡Me alegro! ¡Cuéntanoslo ahora mismo!
       Clayton dijo que lo haría en seguida y le pidió que cerrara la puerta.
       Me miró excusándose.
       —Por supuesto que no hay chismosos, pero no quiero perturbar a nuestro excelente servicio con rumores de que hay fantasmas en el club. Ya hay suficientes tinieblas y paneles de roble como para andar jugando con estas cosas. Y además, este no era un fantasma cualquiera. No creo que vuelva nunca más.
       —¿Quieres decir que no lo retuviste? —dijo Sanderson.
       —No tuve corazón para ello —dijo Clayton.
       Y Sanderson dijo a su vez que estaba sorprendido.
       Nos reímos, y Clayton pareció ofenderse.
       —Ya —dijo con una sonrisa trémula—, pero el caso es que era un fantasma de verdad, y estoy tan seguro de ello como de que estoy hablando ahora con vosotros. No bromeo. Sé lo que digo.
       Sanderson aspiró profundamente de su pipa mientras dirigía una mirada rojiza hacia Clayton; luego expulsó un hilo delgado de humo más elocuente que muchas palabras.
       Clayton ignoró el gesto.
       —Es la cosa más extraña que me ha sucedido en la vida. Ya sabéis que yo no había creído nunca en cosas de ese estilo; y entonces, mira por dónde, cazo uno en un rincón y me encuentro con todo el asunto en mis manos.
       Meditó todavía más profundamente y, tras haber sacado un segundo cigarro, comenzó a perforarlo con un curioso punzón por el que sentía afecto.
       —¿Hablaste con él? —preguntó Wish.
       —Alrededor de una hora.
       —¿Animadamente? —dije, uniéndome al círculo de escépticos.
       —El pobre diablo estaba en un apuro —dijo Clayton, inclinado sobre el extremo del cigarro y con un leve tono de reprobación.
       —¿Sollozaba? —preguntó alguien.
       Clayton exhaló un auténtico suspiro cuando esto le vino a la memoria.
       —¡Santo Dios! —dijo—. ¡Pobre hombre! Sí, claro que sí.
       —¿Dónde lo descubriste? —preguntó Evans con su mejor acento americano.
       —Nunca llegué a concebir —dijo Clayton sin hacerle caso— qué cosa tan penosa puede ser un fantasma —y mientras buscaba las cerillas en el bolsillo y prendía su cigarro, nos volvió a dejar en suspenso.
       —Lo sorprendí —contestó al fin.
       Ninguno de nosotros tenía prisa.
       —Un carácter —dijo— permanece exactamente igual, aun cuando haya sido privado de su cuerpo. Es algo que olvidamos con demasiada frecuencia. La gente dotada con cierta fuerza o firmeza de voluntad tiene un espectro con igual fuerza y firmeza de voluntad; la mayor parte de los fantasmas que se aparecen deben de estar dominados por una idea fija, como los monomaníacos, y ser tan obstinados como burros para regresar hasta la saciedad. Esta pobre criatura no era así.
       De repente levantó los ojos y recorrió la habitación con la mirada.
       —Lo digo —prosiguió— sin mala intención, pero es la pura verdad. Incluso a primera vista me pareció débil.
       Hizo una pausa llevándose el cigarro a la boca.
       —Lo encontré en el corredor. Estaba de espaldas a mí y yo le vi primero. En seguida me di cuenta de que se trataba de un fantasma. Era transparente y blanquecino; a través de su pecho pude ver con nitidez la luz tenue de la pequeña ventana del fondo. Y no sólo su físico, también su actitud me dio una impresión de debilidad. Parecía como si no supiera en absoluto qué hacer. Una mano se apoyaba en el panel y la otra se agitaba sobre su boca. ¡Así…!
       —¿Cómo era? —preguntó Sanderson.
       —Flaco. Ya sabéis cómo es ese cuello que tienen algunos jóvenes, y que forma una especie de surcos cuando se une con la espalda, aquí y aquí… ¡Así era el suyo! La cabeza pequeña e innoble, con pelo tieso y escaso, y orejas más bien deformes. Los hombros contrahechos, más estrechos que las caderas. Llevaba un cuello vuelto, una chaqueta corta y unos pantalones con rodilleras y algo deshilachados por abajo. Así fue como apareció ante mí. Subí en silencio las escaleras. Yo tenía puestas mis zapatillas a rayas, y no llevaba ninguna luz —ya sabéis que las velas están en la mesa del rellano, y allí sólo hay una lámpara—; entonces vi cómo subía. Me detuve de repente para observarle. No sentía ningún miedo. Creo que en la mayoría de estas situaciones uno no se asusta, ni se excita tanto como podría haber imaginado. Yo estaba sorprendido e intrigado. Pensé: «¡Dios mío! ¡Por fin un fantasma! Y yo que no había creído en ellos ni un sólo instante en los últimos veinticinco años».
       —Humm —dijo Wish.
       —Me parece que justo antes de llegar al rellano, descubrió mi presencia. Volvió la cabeza con brusquedad y pude ver la cara de un joven inmaduro de nariz fofa, bigotito esmirriado y barbilla escuálida. Así nos mantuvimos un instante, uno frente a otro, y él mirándome por encima del hombro. Entonces pareció recordar su alta vocación. Se volvió por completo, se elevó sobre sí mismo, adelantó la cara, levantó los brazos, desplegó las manos al modo clásico de los fantasmas y avanzó hacia mí. Mientras se mantenía en esta postura, dejó caer su pequeña mandíbula y emitió un «Uhh» débil y prolongado. No, aquello no infundía terror en absoluto. Yo ya había cenado; había bebido una botella de champán y, cuando me quedé solo, tal vez dos o tres —tal vez cuatro o cinco— whiskies, de modo que estaba tan firme como una roca y no más asustado que si me hubiera atacado una rana.
       »—Uhh —dije—. ¡Qué disparate! Tú no perteneces a este club. ¿Qué haces aquí?
       »Pude ver cómo se estremecía».
       —Uhh… uhh —dijo él.
       »—Uhh… ¡Que te cuelguen! ¿Eres miembro del club? —dije, y para demostrarle que no me inspiraba ni una pizca de miedo caminé a través de uno de sus costados para encender mi vela.
       »—¿Eres miembro del club? —repetí mirándole de lado.
       »Se movió un poco para distanciarse de mí y mostró un gesto de abatimiento.
       »—No —dijo respondiendo a la pregunta persistente de mi mirada—; no soy miembro del club… Soy un fantasma.
       »—Bueno, eso no te da derecho a entrar en el Mermaid Club. ¿Quieres ver a alguien, o algo parecido?
       »Y encendí la vela con la mayor calma posible por temor a que confundiera la torpeza producida por el whisky con la perturbación del miedo. Me volví hacia él con la vela en la mano.
       »—¿Qué haces aquí? —dije.
       »Dejó caer sus manos y cesó de decir «Uhh». Y allí se erguía, torpe y avergonzado, el fantasma de un joven débil, simple e indeciso.
       »—Estoy de ronda —dijo.
       »—No tienes nada que hacer aquí —dije en tono tranquilo.
       »—Soy un fantasma —dijo a modo de justificación.
       »—Puede ser, pero no tienes por qué rondar por aquí. Este es un club privado, respetable; aquí vienen con frecuencia personas con niñeras y niños, y como andas con tanto descuido, algún pobre niño te puede encontrar y asustarse horriblemente. Supongo que no has reparado en ello.
       »—No, señor —dijo.
       »—Pues deberías haberlo hecho. ¿No tendrás alguna justificación para venir aquí, verdad? Haber sido asesinado en el club o algo parecido.
       »—No, señor; pero pensé que como era un edificio viejo y tenía paredes de roble…
       »—Eso es una excusa —dije, mirándole fijamente—. Es un error haber venido aquí —continué en un tono de superioridad amistosa. Hice como que buscaba mis cerillas y luego lo miré con franqueza—. Si yo fuera tú, no esperaría al canto del gallo… me desvanecería al instante.
       »Pareció aturdirse.
       »—Es que, señor… —comenzó.
       »—Me desvanecería —repetí, dándole a entender que regresara a su mundo.
       »—Es que, señor, por alguna razón, no puedo.
       »—¿Que no puedes?
       »—No, señor. Hay algo que he olvidado. He estado vagando por aquí desde medianoche, ocultándome en los armarios de los dormitorios vacíos y en lugares parecidos. Estoy confundido. Nunca antes había salido a rondar y esta situación me desconcierta.
       »—¿Te desconcierta?
       »—Sí, señor. He intentado hacerlo varias veces, pero no lo he conseguido. Hay algo que se me ha ido de la memoria y no puedo volver.
       »Esto me impresionó profundamente. Me miraba con tanta humildad que por nada del mundo habría mantenido yo el tono tan agresivo que había adoptado.
       »—Es extraño —dije, y mientras hablaba imaginé oír a alguien que se movía por abajo—. Ven a mi cuarto y cuéntame algo más sobre el asunto —yo, por supuesto, no entendía nada.
       »Intenté cogerle del brazo, pero, evidentemente, era como intentar coger un soplo de humo. Había olvidado mi número, me parece. De cualquier forma, recuerdo haber entrado en varios dormitorios —fue una suerte que yo fuera el único que se encontraba en ese ala— hasta que al fin vi mis cosas.
       »—Ya estamos —dije, y me senté en el sillón—. Siéntate y cuéntamelo todo. Me parece que te has metido en un buen lío, amigo.
       »Bueno, el fantasma dijo que no quería sentarse y que prefería ir y venir por la habitación, si a mí no me importaba. Así lo hizo y en un instante nos vimos sumidos en una conversación larga y seria. En ese momento, los efluvios de los whiskies y del soda se desvanecieron y empecé a tomar conciencia del extraordinario y fantástico asunto en que estaba metido. Allí estaba, semitransparente, el fantasma convencional, silencioso excepto cuando emitía su voz fantasmal, revoloteando de aquí para allá, en aquel dormitorio viejo, limpio, agradable y tapizado de quimón. Se podía ver, a través de él, la tenue luz de las palmatorias de cobre, el resplandor de los guardafuegos de bronce y las esquinas de los grabados enmarcados en la pared; y allí estaba él, contándome su desdichada y corta vida, que acababa de concluir en la tierra. No tenía una cara especialmente honesta, pero, al ser transparente, no podía eludir decir la verdad.
       —¿Eh? —dijo Wish, levantándose repentinamente de la silla.
       —¿Cómo? —dijo Clayton.
       —Por ser transparente… no podía evitar decir la verdad… No lo entiendo —dijo Wish.
       —Yo tampoco —dijo Clayton, con una seguridad inimitable—; pero es así. Puedo asegurarlo. No creo que se haya desviado un ápice de la verdad. Me contó cómo había muerto —bajó con una vela a un sótano de Londres para descubrir el lugar donde se producía un escape de gas— y que era profesor de inglés en una escuela privada de Londres cuando sucedió el escape.
       —Pobre desdichado —dije.
       —Lo mismo pensaba yo, y a medida que me hablaba, más lo pensaba. Allí estaba, sin meta en la vida, sin meta fuera de ella. Habló de su padre, de su madre, de su profesor y de todos aquellos con quienes había tenido trato, con desprecio. Había sido demasiado sensible, demasiado nervioso; nadie le había valorado en su justa medida, ni entendido, dijo. Nunca había tenido en el mundo un amigo de verdad, sospecho. Nunca había tenido éxito. Había rehuido las diversiones y suspendido los exámenes.
       »—Hay mucha gente así —me dijo—; cuando entraba en el aula del examen, parecía que todo se esfumaba.
       »Se había prometido con otra persona extremadamente impresionable, supongo, cuando la imprudencia con el escape de gas puso fin a su aventura amorosa.
       »—¿Y dónde estás ahora? —pregunté—. ¿No estarás en…?
       »No fue nada claro en su respuesta. Me dio la impresión de que se trataba de un estado vago, intermedio, un lugar reservado especialmente a las almas con muy poca existencia para cosas tan positivas como el pecado o la virtud. No lo sé. Era demasiado egoísta y distraído para darme una idea clara sobre la clase de lugar, de región que se extiende al Otro Lado de las Cosas. Estuviera donde estuviera, parece que había caído entre un grupo de espíritus afines: fantasmas de jóvenes débiles de los barrios bajos de Londres, que tenían el mismo nombre y que hablaban a menudo de «ir de ronda» y cosas parecidas. Al parecer, pensaban que «ir de ronda» era una aventura tremenda y la mayoría de ellos se rajaban siempre. Y así, apremiado por los otros, había llegado al club.
       —¡Increíble! —dijo Wish, absorto frente al fuego.
       —En todo caso, eso es lo que me dio a entender —dijo Clayton con modestia—. Es posible que yo no me encontrara en el estado más apropiado para juzgar, pero ese es el panorama que describió. Continuó revoloteando de un lado para otro, sin dejar de hablar con su delgada voz, de su yo desdichado, pero sin decir una palabra clara ni una frase coherente en todo el tiempo. Era más delgado, más simple y más inútil que cuando estaba vivo; en ese caso, si hubiera estado vivo, no habría permanecido en mi dormitorio, le habría echado a patadas.
       —Sin duda —dijo Evans—, hay pobres mortales de esa naturaleza.
       —Y tienen tantas posibilidades de convertirse en fantasmas como cualquiera de nosotros —admití yo.
       —Lo que tenía cierta importancia para él era que, dentro de unos límites, parecía descubrirse así mismo. El desorden producido por la ronda le había deprimido terriblemente. Le habían dicho que sería una «juerga»; él había venido esperando que fuera una juerga y sólo había conseguido un nuevo fracaso que añadir a su larga lista. Se definía a sí mismo como un fracasado completo y consumado. Decía, y le creo totalmente, que nunca había intentado hacer algo en la vida que no le hubiera salido fatal y que le seguiría ocurriendo a través de la inmensidad de la eternidad. Si hubiera recibido más comprensión, tal vez… Se interrumpió y se quedó mirándome. Observó que, por extraño que pudiera parecerme, nadie, absolutamente nadie le había dado la comprensión que yo le estaba dando en ese momento. En seguida me di cuenta de lo que quería y decidí librarme de él de una vez por todas. Puedo ser un bestia, pero ser el Único Amigo Verdadero, el receptáculo de las confidencias de uno de esos egoístas enfermizos, ya sea hombre o fantasma, es algo que está más allá de mi resistencia física. Me levanté bruscamente.
       »—No te obsesiones demasiado con estas cosas —dije—. Lo que tienes que hacer es irte, irte ya… Serénate e inténtalo.
       »—No puedo —dijo.
       »—Inténtalo —dije, y lo intentó.
       —¡Intentarlo! —dijo Sanderson—. ¿Cómo?
       —Con pases —dijo Clayton.
       —¿Pases?
       —Series complicadas de gestos y pases hechos con las manos. Así vino y así tenía que irse. ¡Señor! ¡El trabajo que me costó!
       —Pero ¿cómo una serie de pases puede…? —comencé a decir.
       —Amigo mío —dijo Clayton, volviéndose hacia mí y poniendo mucho énfasis en ciertas palabras—, quieres tenerlo todo claro. No sé cómo. Sé lo que tú: al final lo hizo, pero no sé cómo. Después de un rato espantoso, consiguió hacer bien sus pases y desapareció súbitamente.
       —¿Te fijaste en esos pases? —dijo Sanderson con lentitud.
       —Sí —dijo Clayton, y pareció meditar unos instantes—. Era tremendamente extraño. Allí estábamos los dos, yo y ese fantasma impreciso y delgado, en esa habitación silenciosa, en esta casa silenciosa y vacía, en esta pequeña ciudad silenciosa el viernes por la noche. Ningún sonido, salvo nuestras voces y el jadeo casi imperceptible que el fantasma producía cuando gesticulaba. La vela de la habitación y la que había encima del tocador estaban encendidas, eso era todo; a veces, una de las dos lanzaba una llama alta, delgada y temblorosa durante un corto espacio de tiempo. Y sucedieron cosas extrañas.
       »—No puedo —decía el fantasma—, ¡nunca podré…!
       »Y de repente se sentó en una silla junto al pie de la cama y empezó a sollozar. ¡Dios mío! ¡Qué cosa tan horrible y quejumbrosa parecía!
       »—Domínate —le decía yo, y trataba de darle palmaditas en la espalda… ¡y mi condenada mano pasaba a través de él!
       »En ese momento no me sentía tan… entero como cuando estaba en el rellano. Sentía plenamente la singularidad de la situación. Recuerdo que alejé mi mano de él con un leve temblor y que fui hacia el tocador.
       »—Sobreponte —le dije— e inténtalo.
       »Y para animarle y ayudarle, me puse a intentarlo yo también.
       —¡Qué! —dijo Sanderson—. ¿Los pases?
       —Sí, los pases.
       —Pero… —dije yo, movido por una idea que se me escapaba.
       —Esto es interesante —dijo Sanderson, con un dedo metido en el hornillo de la pipa—. ¿Quieres decir que ese fantasma tuyo reveló…?
       —¿Que si hizo todo lo que pudo para revelar el secreto de la maldita barrera? Sí.
       —No —dijo Wish—, no pudo hacerlo. De otro modo, te hubieras ido tú también.
       —Eso es precisamente… —dije, al ver mi esquiva idea expresada con palabras.
       —Eso es precisamente —repitió Clayton, mirando el fuego con ojos pensativos.
       Se produjo un breve silencio.
       —¿Y al final lo consiguió? —dijo Sanderson.
       —Al fin lo consiguió. Tuve que emplearme a fondo para mantenerle a flote, pero al fin lo consiguió… y de forma inesperada. Se desesperaba, discutimos violentamente, y entonces se levantó de un salto y me pidió que ejecutara despacio todos los movimientos para que él pudiera fijarse.
       »—Creo —dijo— que si pudiera verlo, descubriría en seguida lo que va mal.
       »Y lo descubrió.
       »—Ya lo sé —dijo.
       »—¿Qué sabes? —pregunté.
       »—Ya lo sé —repitió. Después añadió malhumorado—: Si me mira, no puedo hacerlo… de verdad que no puedo; eso ha sido, en parte, lo que me lo ha impedido hasta ahora. Soy tan nervioso que usted me desconcierta.
       »Bueno, discutimos un poco. Yo quería verlo, naturalmente, pero él era tan terco como una mula; y, de pronto, me sentí extenuado… me había dejado sin fuerzas.
       »—Está bien, no te miraré —dije, y me volví hacia el espejo del armario que está junto a la cama.
       »Empezó muy rápido. Yo traté de seguir mirándole en el espejo para ver lo que había omitido. Sus brazos y manos giraban así y así, y entonces, de golpe, llegó al movimiento final —el cuerpo erguido y los brazos abiertos—, y así se quedó. Y después, ¡ya no estaba! ¡No estaba! ¡Desapareció! Giré sobre mis talones, desde el espejo hacia el lugar donde él se encontraba. ¡No había nada! Estaba solo entre velas llameantes y un espíritu fluctuante. ¿Qué había pasado? ¿Había pasado algo realmente? ¿Había estado soñando…? Y entonces, con un timbre absurdo de finalidad, el reloj del rellano descubrió que era el momento adecuado para dar la una. Así: ¡Ping! Y yo estaba tan grave y sobrio como un juez, con todo mi champán y todo mi whisky que se habían ido a tomar el fresco. Y con una sensación extraña, ¿sabéis…? ¡Condenadamente extraña! ¡Dios mío!
       Contempló la ceniza de su cigarro un instante.
       —Esto es todo lo que pasó.
       —¿Te fuiste a la cama después?
       —¿Qué otra cosa podía hacer?
       Miré a Wish a los ojos. Queríamos reírnos, pero había algo, tal vez algo, en la voz y en la actitud de Clayton que impedía nuestro deseo.
       —¿Y los pases? —dijo Sanderson.
       —Creo que los podría hacer ahora.
       —¡Oh! —dijo Sanderson, y sacó una navaja y se puso a limpiar de restos de tabaco el hornillo de su pipa de arcilla.
       —¿Por qué no los haces ahora? —continuó Sanderson, cerrando su navaja con un chasquido.
       —Es lo que voy a hacer —dijo Clayton.
       —No funcionará —dijo Evans.
       —Y si… —sugerí.
       —Prefiero que no lo hagas —dijo Wish, estirando las piernas.
       —¿Por qué? —preguntó Evans.
       —Prefiero que no lo haga —dijo Wish.
       —Pero si no los sabe hacer bien —dijo Sanderson, cargando su pipa con un montón de tabaco.
       —Me da igual, preferiría que no lo hiciera —dijo Wish.
       Discutimos con Wish. Decía que si Clayton ejecutaba esos gestos, sería burlarse de una cosa muy seria.
       —¿Pero tú no habrás creído…? —dije.
       Wish miró a Clayton, quien, mirando fijamente al fuego, sopesaba algo en su mente.
       —Lo creo… al menos más de la mitad, sí —dijo Wish.
       —Clayton —dije—, eres demasiado bueno para engañarnos. La mayor parte estaba bien. Pero esa desaparición… tendría que ser más convincente. Confiesa que se trataba de un cuento fantástico.
       Se levantó sin haberme prestado atención, se situó en el centro de la alfombra y se volvió hacia mí. Durante un rato contempló sus pies con aire pensativo, después sus ojos se clavaron en la pared opuesta y los mantuvo con expresión abstraída durante el resto del tiempo. Levantó las manos lentamente hasta la altura de los ojos y así empezó…
       Ahora bien, Sanderson es un francmasón, miembro de la logia de los Cuatro Reyes, la cual se dedica con acierto al estudio y elucidación de todos los misterios de la masonería del pasado y del presente, y entre los estudiosos de esta logia, Sanderson no es en absoluto el menos importante. Siguió, con sus ojos enrojecidos, los movimientos de Clayton con singular interés.
       —No está mal —dijo cuando Clayton terminó—. Realmente ejecutas los movimientos de una manera asombrosa: pero falta un pequeño detalle.
       —Ya lo sé —dijo Clayton—, creo que podría decirte cuál es.
       —¿Cuál?
       —Este —dijo Clayton, y giró extrañamente la mano, la retorció y la impulsó hacia delante.
       —Exacto.
       —Esto, sabes, es lo que él no conseguía hacer bien —dijo Clayton—. Pero ¿cómo tú…?
       —No comprendo casi nada de este asunto, y especialmente cómo has podido inventártelo —dijo Sanderson—, pero esto último… —reflexionó— me resulta familiar. Tienen que ser series de gestos conectados con cierta rama de la Masonería esotérica… Supongo que lo sabes. De otra forma… ¿cómo?
       Reflexionó de nuevo.
       —No creo que pueda hacerte ningún daño si te digo cuál es el giro adecuado. Al fin y al cabo da lo mismo que lo sepas o no.
       —Sólo sé —dijo Clayton— lo que el pobre diablo me reveló anoche.
       —De acuerdo, no importa —dijo Sanderson, y colocó su pipa en la repisa de la chimenea con sumo cuidado. Entonces gesticuló con las manos vertiginosamente.
       —¿Así? —dijo Clayton, repitiendo los movimientos.
       —Así —dijo Sanderson, y volvió a coger su pipa.
       —¡Ah! Ahora —dijo Clayton— puedo hacerlo todo… bien.
       Se irguió frente al fuego mortecino y nos sonrió. Pero creo que había cierta vacilación en su sonrisa.
       —Y si empiezo —dijo.
       —Yo no empezaría —dijo Wish.
       —¡No hay motivo de preocupación! —dijo Evans—. La materia es indestructible. No irás a pensar que una patraña de ese tipo va a arrojar a Clayton al mundo de las sombras. ¡Ni mucho menos! Por mí, Clayton, puedes intentarlo hasta que los brazos se te desprendan de las muñecas.
       —Yo no pienso lo mismo —dijo Wish, levantándose y poniendo un brazo sobre el hombro de Clayton—; has conseguido que me crea esa historia y no quiero que lo hagas.
       —¡Dios mío! —dije—. ¡Mirar qué asustado está Wish!
       —Lo estoy —dijo Wish, con una intensidad real o fingida admirablemente—. Creo que si ejecuta esos movimientos, desaparecerá.
       —No le ocurrirá nada parecido —exclamé—. Los hombres sólo tienen un camino para salir de este mundo y a Clayton le quedan treinta años para llegar a él. Además… ¡Vaya fantasma! ¿Piensas que…?
       Wish me interrumpió al moverse. Salió del círculo de los sillones y se paró junto a la mesa.
       —Clayton —dijo—, ¡estás loco!
       Clayton se volvió y le sonrió con una mirada alegre y luminosa.
       —Wish —dijo—, tienes razón, y los demás estáis equivocados. Desapareceré. Ejecutaré hasta el último de estos pases y, cuando el último silbido cruce el aire… ¡allez hop! Esta alfombra estará vacía, la habitación rebosará de profundo asombro y un caballero respetablemente vestido, de noventa y cinco kilos de peso, se precipitará en el mundo de las sombras. Estoy tan seguro como vosotros lo estaréis. Me niego a seguir discutiendo. ¡Probemos!
       —No —dijo Wish, y dio un paso y se paró.
       Clayton levantó una vez más las manos para repetir los pases del fantasma.
       En ese momento todos nos hallábamos en un estado de tensión, a causa, en gran parte, del comportamiento de Wish. Estábamos sentados con los ojos fijos en Clayton, y yo, al menos, me sentía rígido y tirante, como si mi cuerpo, desde la nuca hasta la mitad de los muslos, se hubiera convertido en acero. Y allí, con una gravedad imperturbablemente serena, Clayton se inclinaba, se balanceaba y agitaba las manos frente a nosotros. Cuando estaba a punto de finalizar, nos apretujamos unos contra otros y sentimos un hormigueo entre los dientes. El último gesto, como ya he dicho, consistía en girar los brazos y abrirlos por completo con la cara hacia arriba; y, cuando por fin inició ese gesto definitivo, dejé incluso de respirar. Era ridículo, sin duda, pero ya conocen ustedes el sentimiento que producen los relatos de fantasmas. Era después de cenar, en una casa poco común, vieja y oscura. ¿Podría, después de todo…?
       Durante un periodo de tiempo asombroso permaneció con los brazos abiertos y la cara hacia arriba, sereno y resplandeciente bajo la luz deslumbrante de la lámpara. Nos mantuvimos inmóviles durante un momento que se nos hizo un siglo, y entonces nació de todos nosotros un suspiro que expresaba un alivio infinito y un ¡no! tranquilizador. Porque, evidentemente, no había desaparecido. Todo era una invención. Nos había contado una historia infundada y casi había conseguido que le creyésemos, ¡eso era todo…! Y entonces, en ese preciso momento, la cara de Clayton cambió.
       Cambió. Cambió como cambia una casa con las luces encendidas cuando las apagan de golpe. Sus ojos se quedaron inmóviles bruscamente, su sonrisa se heló en sus labios y se mantenía de pie. Se mantenía balanceándose muy suavemente.
       También aquel momento se nos hizo eterno. Y entonces las sillas chocaron entre sí, cayeron cosas y todos nos movimos. Sus rodillas parecieron doblarse, se desplomó, y Evans se levantó y lo cogió entre sus brazos…
       Nos quedamos pasmados. Me parece que nadie dijo nada coherente durante un minuto. Lo veíamos, y sin embargo, no podíamos creerlo… Yo salí de una estupefacción desordenada para encontrarme arrodillado junto a él; su chaqueta y su camisa estaban desgarradas y la mano de Sanderson descansaba sobre su corazón.
       Bueno… el simple hecho al que nos enfrentábamos en ese momento podía esperar nuestra interpretación; no teníamos prisa por comprenderlo. Allí yació durante una hora. Hoy sigue yaciendo, negro y espantoso, a través de mi memoria. Clayton había pasado, en efecto, al mundo que está tan cerca y tan lejos del nuestro, y había ido por el único camino que pueden tomar los mortales. Pero si entró allí a causa del conjuro del pobre fantasma, o si sufrió un ataque repentino de apoplejía en el transcurso de la narración de un cuento inventado —como nos hizo creer el juez— es algo que está fuera del alcance de mi juicio; es uno de esos misterios inexplicables que deben quedar sin resolver hasta que llegue la solución final de todo. Lo único que puedo asegurar es que en el mismo momento, en el mismo instante en que Clayton concluía aquellos pases, se demudó, se tambaleó y cayó delante de nosotros… ¡muerto!