Este jueves, un relato: "¡Chás! Y yo estaba allí"

 

Magade nos propone el desafío de estar en algún momento de la historia en que nuestra participación, nuestras palabras o sólo nuestra presencia pudieron haber causado un cambio significativo.

Y contar sobre eso.

Intervienen en este relato, dos personajes del Mara verso, aunque no si integrando la continuidad o un relato aparte.

La más bella de las diosas

Canta, musa, la historia de nereida Tetis, amada por Zeus y Poseidón. Dioses que renunciaron a ella, que la profecía que su hijo sería más grande que su padre. El temor a perder un gran poder, los hizo  renunciar al amor de Tetis. A quien decidieron casar con Peleo, un mortal quien era un valiente guerrero pero jamás sería un rival para los Olímpicos.

Y así se hizo la boda de un mortal y una deidad, a la estuvieron Olímpicos, Titanes, representantes de otros Panteones. También destacados artistas, como la célebre escultora Atalanta, acompañada de una disir.

 Pero no fue invitada Eris la discordia. Quien se introdujo en la fiesta, en su forma invisible, en la que ejerce su oscura influencia. Y arrojó un regalo, que desataría un gran conflicto.

Acechante, se dedicó a esperar. Y llegó el momento de los regalos, esculturas para el templo de Tetis, alguna espada para Peleo, regalo de herrero Hefesto. Y así fue encontrada la Manzana Dorada, con la inscripción que decía: -Para la más bella.

Se desataron discusiones. Afrodita, Hera, incluso Atenea, se proclamaron las más bellas. Alguien sugirió preguntar a los protegidos de las musas.

-Creo que no somos dignos de eso –se atrevió a hablar Atalanta—Sólo somos instrumentos de las musas. Y creo que mi amiga disir tiene algo que decir.

La disir inició su discurso:

-Estamos en una boda que será recordada por futuras generaciones.  Así que el ese…regalo le corresponde a Tetis. A quienes les debe todos los homenajes.

Tensión.

-Es la discípula de la Reina. Y su boda es  el tributo al Amor y la Guerra estratégica.  Así que también es un homenaje a tres diosas.

El juicio de la disir fue aceptado. Así que no se recurrió al juicio de un mortal. Hecho que  habría desatado la guerra de Troya.

Las Moiras, las Nornas desaprobaron esa argumentación, que alteró innumerables destinos.

Por eso, condenaron a Atalanta al olvido de lo vivido y al destierro en un mundo hecho de restos de otros mundos.

Y la disir se le concedió un extraño deseo, el vivir entre mortales, como una entidad llamada Mara Laira.

Más historias alteradas en La Trastienda del Pecado