Este jueves, un relato: Un punto de locura

   Pepe nos propone este desafío para Este jueves, un relato

“Que pertenecemos al reino animal es una verdad incuestionable. Que nos llamamos racionales es igualmente cierto. Normalmente hacemos uso de ese raciocinio en nuestra vida diaria, o al menos lo intentamos. Sin embargo, a veces, de una forma esporádica o recurrente, dejamos que nos posea un punto de locura que nos incita a actuar de una forma irracional o alocada, llevados por la emoción, por la euforia, por la tristeza, por el amor o el odio o cualquier otro estado de ánimo.

Me gustaría que escribiéramos describiendo una situación especial, real o imaginaria en la que nos dejamos llevar por ese PUNTO DE LOCURA que nos aleja de la normalidad rutinaria”.

La  inspiración está siendo esquiva. ¿y si fuera algo para desarrollar?

La película fue un éxito indiscutible, tenía una gran historia, personajes que despertaban la admiración, con sus historias personajes, heroísmo, el trabajo de artistas digitales.

Se debía a la participación de algunas de algunas de las musas del Parnaso, asistidas por inspiradoras de menor jerarquía.

Las musas más conocidas ascendieron al Parnaso, para celebrar.

Las musas menores estaban Y tenían permiso para manifestarse ante los mortales y seres intermedios.

Inspiraron a algún músico, algún pianista tocó algo de blues, que cantó esa mujer que se manifestó encima del piano.

En esa aventura de inspiración tan manifiesta algunas llegaron hasta el taller de escultura de Atalanta. Quien las presentó ante sus estudiantes más avanzados.

Hay quienes comentan  ahí comenzó el punto de locura, luego de que posaron. Y brindaron con ese vino hecho con uvas traídas de un mundo paralelo, de la región en que había crecido Atalanta.

El brindis se repitió alguna cedió a la tentación de la atleta y escultora, con ese peplo tan sugestivo. Y ante la seducción de algún estudiante de escultura, que nunca olvidaría esa experiencia.

Otras versiones dicen que el punto de locura fue para aquellas musas que no llegaron al atelier de Atalanta, para las musas que se manifestaron ante mortales, no necesariamente interesados en las artes. Ante escritores de libros de autoayuda, de aforismos, guionistas de programas de ficción, plagados de cliches.

Ebrias de bebidas alcohólicas, de calidad muy lejana a las bebidas olímpicas, despertaron en una biblioteca de algún centro cultural. Se veían tan bien como siempre, se trataba de deidades. Pero con un notable malestar y un olvido de algunas horas de descontrol.

Escucharon esas voces clamando por inspiración. Alguna puso voluntad en acudir al llamado, pero otras desoyeron esos llamados, hasta que se disiparan  los efectos de una celebración tan intensa.

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